martes, 1 de septiembre de 2009

Silencios y vacíos

Culparé a la armonía emocional por intentarnos hacer sentir mal a los demás, contagirales de nuestros sentimientos cuando estos son pésimos, cuando no encontramos el rincón donde encontrar la solución a nuestros problemas, a nuestras paradojas mentales.

Culparé a la evolución de esta sociedad donde vivo, por haber creado un sistema monetario, donde puedes vivir perfectamente siempre y cuando lo puedas pagar o tengas un nivel social privilegiado.

Culparé al destino por haberme elegido este camino...aunque si lo decidió así por algo será, ¿lo tendré que solucionar? No lo se, supongo que el tiempo me lo dirá.

Me culparé a mi misma, por no seguir las metas que me propongo, y por seguir unas metas fruto de las consecuencias.

Solución...No existe, es como buscar el mapa que nos da el camino y la ruta para llegar al infinito, como si estuviera tras la siguiente puerta en una montaña olvidada al lado de una flor de color morado.

¿Por qué? La eterna pregunta...

¿Por qué a mí? La pregunta más solicitada...

¿A quien? A alguien que pueda responderla...Alguien que no existe, alguien que es nadie, y como es creemos que existe, pero los verbos nos confunden , estas reglas gramaticales...

Creemos que los números dan soluciones, restas, sumas, raíces cuadradas, no más que números que pueden escribirse en un papel, o ser imaginados, sin poder palparlos ni sentirlos, ni tocarlos, como una persona que no existe, que ya no está, una persona muerta, que carece de sentimientos, éstos mismos sentimientos que se me antojan maldecir en un día así, en el que pienso aquí.

Culparé a la definición de injusticia por hacerme creer que esta existe, y como concepto, lo aplico, y creo una justicia ficticia la cual sueño con su realidad, la estabilidad emocional, algo que es tan aparentemente fácil de alcanzar cual estrella en el inalcanzable cielo

1 comentario:

  1. Reglas Gramaticales


    De los vacíos existenciales,
    de los renglones vacíos
    nacen los sentimientos sobreesdrújula de nuestra alma,
    de los silencios agudos,
    de las palabras hiatas,
    crecen las tildes realidades.

    Y las diéresis de nuestra conciencia
    pueden, en todo caso,
    darnos la pluma
    para cambiar de un plumazo
    los trazos
    de estas malditas reglas gramaticales.

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